lunes, 25 de junio de 2012

“El árbol confundido”


Habí­a una vez, algún lugar que podrí­a ser cualquier lugar, y en un tiempo que podrí­a ser cualquier tiempo, un hermoso jardí­n, con manzanos, naranjos, perales y bellí­simos rosales, todos ellos felices y satisfechos.

Todo era alegrí­a en el jardí­n, excepto por un árbol profundamente triste. El pobre tení­a un problema: “No sabí­a quién era.”

Lo que le faltaba era concentración, le decí­a el manzano, si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. “¿Ves que fácil es?” No lo escuches, exigí­a el rosal. Es más sencillo tener rosas y “¿Ves que bellas son?” Y el árbol desesperado, intentaba todo lo que le sugerí­an, y como no lograba ser como los demás, se sentí­a cada vez más frustrado.

Un dí­a llegó hasta el jardí­n el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó: No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchí­simos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución:

“No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas…Sé lo que Dios quiere que seas, y para lograrlo, escúchalo.”

Y dicho esto, el búho desapareció.

¿Lo que Dios quiere que sea…? Se preguntaba el árbol desesperado, cuando de pronto, comprendió… Y cerrando los ojos y los oí­dos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar:

“Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje… Tienes una misión “Cúmplela”.

Y el árbol se sintió fuerte y seguro y se dispuso a ser todo aquello para lo cual habí­a sido creado. Así­, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos.

Y sólo entonces el jardí­n fue completamente feliz.

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