Cuando
alguien muere…también morimos. Se nos va un poco de nuestra propia vida, y queda
en el recuerdo la sonrisa de quien solo se adelantó unos pasos en la rendición
de cuentas al creador.
Cuando
alguien muere, queda ese silencio sepulcral, esa falta de voz para atrevernos a
decir: Te aprecié… te amé! Cuando alguien muere, muere también Dios, porque en
su célula infinita se pierde un gramo de arena del cosmos.
Cuando
alguien muere, queda el universo personal muy triste, la amistad marchita, el
lirio de ternura hiriente, perdido en el oleaje de la nada. Cuando un amigo, un
padre, una madre, un hermano o un hijo muere, se muere por un instante el canto
del viento y la piedra muestra su rostros duro, adusto, y el árbol cruje en una
danza de dolor.
Cuando
alguien muere ya no hay abrazos, rosas, risas y recuerdos que valgan, pues el
que se fue ya no verá más la tarde, el frío amanecer, el café humeante, el beso
andante y el cerrojo abierto. Cuando alguien se muere nosotros también morimos
un poquito.
Pero
a pesar de las contingencias, queda alguien en control, alguien en el que
debemos de depositar, toda nuestra confianza, todos nuestros pesares, por qué
solo Dios esta en control, solo ese grandioso ser sabe por que y cuando deben
de suceder las cosas.
Confía
en el por que el esta en control de nuestras vidas, no existen palabras que te
pueda decir, para recuperar tu ánimo, solo llora, por que las lagrimas permiten
que tu alma y corazón, se laven en el lago del espíritu, solo me resta decirte
que en este momento justo en este momento Dios te esta abrazando.
me encanto este.
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