Había una vez, hace
cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por
las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.
La ciudad era muy
oscura en las noches sin luna como aquella. En determinado momento, se
encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce.Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice:
- ¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves…
Entonces, el ciego le responde:
- Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí…
Alumbrar el camino de
los otros no es tarea fácil… Muchas veces en vez de alumbrar oscurecemos mucho
más el camino de los demás… ¿Cómo? A través del desaliento, la crítica, el
egoísmo, el desamor, el odio, el resentimiento…
¡Qué hermoso sería sí
todos ilumináramos los caminos de los demás! Sin fijarnos si lo necesitan o no…
Llevar luz y no oscuridad…
Todos pasamos por
situaciones difíciles a veces… Pero no debemos proyectar nuestro dolor cuando
alguien desesperado busca ayuda en nosotros…
Nuestro dolor es y
fue importante pero se minimiza si ayudamos a otros a soportarlo, si ayudamos a
otro a sobrellevarlo… luz… demos luz… Tenemos en el alma el motor que enciende
cualquier lámpara, la energía que permite iluminar en vez de oscurecer…
Por: Jorge Bucay
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